20-3-2010
En Sevilla hay una tertulia que lleva el nombre del traidor: Júa. Caen las consonantes como cayeron las monedas sobre el suelo del templo. Judas se convierte en Júa y se refugia en El Rinconcillo, esa reserva gastronómica y espiritual de la Sevilla más rancia. Allí se reúnen hoy estos cofrades de La Cena en un almuerzo que servirá de homenaje al Júa 2010. El año pasado lo ganó un tipo que no se merecía este galardón ni por asomo. El lema es hermosísimo, profundo como el beso que reparte Judas cada Lunes Santo desde la antigua morería: «Sin él no hubiera sido posible». El Júa 2009 es todo lo contrario, un individuo que no hace absolutamente nada para que esta fiesta se celebre con su esplendor acostumbrado: un tal Paco Robles.
Este año la cosa varía. El Júa, que es una estatuilla de poliéster que representa al apóstol tallado por Ortega Bru que sale en el imponente misterio de La Cena, cogerá el camino del antiguo viacrucis y se encajará en La Cruz del Campo. Un premio a la cerveza que hace posible lo imposible: que se deshagan esos nudos que la emoción nos deja en la garganta. ¿Qué sería del capillita sin esa Cruzcampo bien fría que alivia los pesares y entona el espíritu? Sin ella no sería posible. Sin el nota al que se lo dieron el año pasado, sí. De sabios es rectificar. Y de bien nacidos es el ser agradecido. A pesar de no merecerlo en absoluto, uno se siente más que orgulloso de ser un Júa en esta Sevilla donde los traidores presumen justamente de lo contrario. ¡Júaaa!
