martes, 14 de septiembre de 2010

MADRE MARÍA DE LA PURÍSIMA

El próximo sábado 18 de septiembre a las 10:30 h. acontecerá en el Estadio de la Cartuja ante miles de personas la beatificación de Madre María de la Purísima, acto que, como apuntábamos en el post anterior, estará presidido por Ntra. Sra. de la Esperanza Macarena.

Como no puede ser de otra forma, un acontecimiento como este debe servir para descubrir a una persona, a una mujer ejemplar que llenó su vida de Dios para entregarse por los más pobres desde su congregación de Santa Ángela de la Cruz.

Vaya por delante que toda la información sobre la beatificación, así como sobre la figura de Madre María de la Purísima la encontramos en la magnífica página web elaborada por la Archidiócesis de Sevilla.

De la misma hemos extraído una breve semblanza biográfica de esta religiosa:

Madre María de la Purísima de la Cruz, (en el siglo: María Isabel Salvat Romero) nació en Madrid el 20 de Febrero de 1926 en la calle Claudio Coello nº 25, en el seno de una distinguida familia de alto nivel social. Fué bautizada en la Parroquia de la Concepción, en la calle Goya de Madrid. El día 8 de diciembre de 1944, cuando contaba 18 años, ingresó en la Compañía de la Cruz. Tomó los hábitos en 1945, profesó temporalmente en 1947 e hizo los votos perpetuos en 1952. Culta y distinguida hablaba tres idiomas, francés, inglés e italiano y debido a su piedad, no extrañó a la familia su decisión de ser hermana de la Cruz.

Fiel seguidora de Santa Ángela y observadora intachable de las reglas del Instituto, mantuvo intacto el carisma fundacional. Fue elegida Madre general de la Compañía de la Cruz el 11 de Febrero de 1977, pero antes fue superiora de las casas de Estepa y Villanueva del Río y Minas, maestra de novicias y consejera generalicia.

Austera y pobre para sí misma -«De lo poco, poco», solía decir- hacía vivir a las hermanas el espíritu del Instituto en la fidelidad a las casas pequeñas y se entregó a todos los que la necesitaban, especialmente a las niñas de los internados. También los pobres y enfermos ocupaban un lugar privilegiado en su corazón. Así atendía con verdadero cariño a las ancianas enfermas de las «cuevas» de Villanueva del Río y Minas, cuando estuvo allí de superiora. Diariamente por la mañana iba hasta las «cuevas» para atenderlas: las lavaba, les hacía la comida, les lavaba la ropa. Y siempre se reservaba los trabajos más duros y penosos.

Gobernó la Compañía con incansable celo y gigante espíritu de Hermana de la Cruz. Su ideal fué hacer vida el carisma de la Santa Madre Fundadora y con su vida sencilla, humilde y llena de fe, supo dar ejemplo. Fue fiel seguidora de su obra, y ha dejado en el corazón de todas sus hijas deseos ardientes de imitar su amor a Dios y a su Santo Instituto. Falleció el día 31 de octubre de 1998.

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